Quien lo probó, lo sabe

Entregarse.

Encontrarse.

Estar en paz, feliz, vivo.

Sentir la libertad de volar en compañía.

Sostenerse en el calor de la familia.

Disfrutar de la belleza en la luz del sol,

en el baile de las hojas en otoño

y en el canto del mirlo.

Desprenderte de lo que te ahoga

y llenarte de VIDA.

Quererse.

Cuidarse.

Amarse cada día.

Esto es amor. Quien lo probó, lo sabe.

El sabor de un abrazo

A veces es necesario llegar al límite, al borde del precipicio, para valorar la felicidad que tuvimos -o que tenemos-. Y no es cuestión de hacer lo correcto o de dejarse llevar por la corriente de la vida y de los días. No, no es eso.

¿Cuántas veces valoramos el gesto de acurrucar la nariz debajo de la bufanda esas mañanas frías camino del trabajo?

¡Qué pocas veces nos hemos parado a disfrutar del «¡Buenos días!» detrás de esa sonrisa al llegar a clase!

Y no, muchas veces no somos capaces de disfrutar de ese paseo de vuelta en el que buscamos los rincones de sombra que se cuentan con los dedos en los días de calor.

Y llegamos a casa y repasamos mentalmente los motivos de nuestro cansancio, las razones del ceño fruncido desde primera hora o lo difícil que es hacer borrón y cuenta nueva tras aquella discusión.

Pero tampoco se trata de eso.

La mayoría de las veces es un abrazo el que te reinicia la vida y una sonrisa la que te acoge y te quita el frío.

Solo hay que abrir de nuevo los brazos, dejar que los ojos brillen de emoción y recordar que nos merecemos ser felices no por lo que fuimos, sino por lo que tenemos aquí y ahora.

Como hoy, que un abrazo de sonrisa abierta y corazón sincero le supo como deberían saber todos los días, a gloria bendita. Aunque quede un café pendiente.

Esto es para ti, para que recuerdes que todos los días de tu vida pueden tener abrazos con sabor a felicidad.

A los días fríos

A los días fríos les hace falta un abrazo,

alguien que pueda acercarse a ellos sin decir nada,

un aliento que suba desde las entrañas y les haga entrar en calor.

A los días fríos hay que borrarles las horas tristes,

y ofrecerles instantes de sonrisas y ojos brillantes.

Porque, aunque no lo esperes, los días fríos pueden cambiar el rumbo de tu vida.

Y volverse todo escarcha a tu alrededor,

pareciendo imposible avanzar,

resultando muy difícil seguir.

Hasta que limpias las lágrimas

y ves el azul del cielo

y vuelves a reconocerte en el espejo,

recuperando las fuerzas,

haciéndote valer.

Porque no hay mayor valentía

que la de levantarse después de caer

ni peor derrota que la de dejarse vencer.

Así que, ponte los taconines,

recógete el pelo

y enciende de nuevo tu vida.

Ahí fuera, a pesar de los días fríos,

hay un mundo entero para ti.

Te quiero, te queremos (Juntos y bien)

Siempre y en todo

Miró varias veces el reloj. Tenía la sensación de que el tiempo no pasaba y de que la noche se fundía con el día sin que ella se diera cuenta.

Los minutos y las horas se alargaban detrás de la ventana y no importaba si fuera llovía o brillaba el sol.

Aquel día el tiempo se había detenido en el reloj de su muñeca y en las hojas del calendario que la observaban desde la puerta.

Y nada podía hacer, salvo esperar. O eso creía ella.

Llegó a decirnos que su camino se había llenado de baches y que, esta vez, le costaría un poco más sortearlos. Y se conformaba. También nos pidió espacio para pensar o para dejar de hacerlo y encontró la manera de dejarse llevar por un tsunami de tristeza tan grande que las campanillas se su voz enmudecieron y el brillo de sus ojos se apagó.

En ellos solo quedaban ríos de sufrimiento que no llegaban a ningún mar, chocando con rocas que realmente no eran tan grandes ni tenían los bordes tan afilados como ella imaginaba.

El cielo fue testigo de cómo intentamos rescatarla del abismo, hablando del tiempo si hacía falta, y en nuestro empeño no fuimos capaces de ver que solo ella podía salir a flote y que nuestra única labor era tenderle la mano cuando pasara la tormenta. Su tormenta. Esa que rugía con furia en los pasillos de la casa, durante las cenas, al otro lado de la calle o en las palabras escritas en la pequeña pantalla del teléfono.

Nunca cesaba la lluvia por dentro y nunca salía el sol para ella.

Hasta que un día , un 13, que no martes, las manecillas del reloj se pusieron en marcha, segundo a segundo. No parecía que fuera a ocurrir nada extraordinario y ni ella ni nosotras pensábamos que aquel iba a ser un gran día. ¡Cómo disfrutamos del engaño!

No nos dimos cuenta en ningún momento de que el hilo rojo que se había enredado tanto en los últimos días había empezado a liberarse de las ataduras que la estaban dejando sin aliento.

Y fue maravilloso.

Lo supimos cuando repicaron a fiesta las campanillas de su voz, cuando sus dedos escribieron mensajes de alegría, generando un bullicio que ya empezábamos a echar de menos.

Sí, volviste, tan fuerte que tuve que sacar mi libreta y dejar testimonio por escrito de que hay días que merece la pena recordar y hay palabras que nunca debemos dejar de pronunciar: «Te queremos, guerrera».

¿Cuándo? SIEMPRE Y EN TODO

Sonríe y abraza

Una SONRISA es el mejor traje de gala y el ABRAZO, el lugar más seguro.

Hoy, en un día aparentemente frío y lluvioso, nace una nueva ilusión que servirá de abrigo para el alma y llenará tus pulmones de alegría y esperanza. 

Si te arriesgas a vivir, este es tu sitio. Entre todos, cargaremos el peso de una mochila que no hemos pedido y ni siquiera queremos, pero de la que no podemos desprendernos: una acompañante no invitada que tiene la llave de nuestra casa, pero no de nuestra vida.

Aquí seremos capaces y tendremos la libertad de expresar lo que nos duele y lo que nos alienta sin ser juzgados. Este es un lugar para compartir experiencias, consejos, vivencias, inquietudes, inseguridades, llantos de dolor y lágrimas de alegría.

Y todo con aceptación y resiliencia, porque al compartir el éxito y el fracaso de cada día nos reconoceremos en los que, al otro lado de la pantalla o del mundo, entienden todas y cada una de nuestras emociones.

Así nació EMPATIZA y así queremos que se construya una gran familia, la elegida, que se apoye, se cuide, se quiera, se acepte y, sobre todo, se arriesgue a sonreír y a abrazar la VIDA con el alma entera.

¡Bienvenidos a bordo! ¡Despegamos!

Me quedo contigo

Me quedo con las personas que transmiten paz con sus palabras, que con la mirada te dan su bendición y te reconfortan con su sonrisa.

Me quedo con las personas que te tienden la mano cuando ni tú misma sabes que lo necesitas, que te abrazan a 400km de distancia y ofrecen su alma entera para cobijarte.

Me quedo con las personas que son un camino seguro por el que transitar y la luz al final del túnel.

Any, me quedo contigo porque eres capaz de rescatarme de entre los escombros.

¡Feliz cumpleaños! ¡Feliz VIDA!

Un viaje de vida y vuelta

Cuando preparas la mochila para un viaje te das cuenta de lo importante que es el bolsillo más pequeño, el interior. En él guardas aquello que debe ir bien protegido para que no se pierda entre la maraña del resto del equipaje o para que no se golpee si te descuidas y la mochila cae al suelo.Con tu mochila vital debes hacer lo mismo.

Hoy he hecho un viaje de VIDA y vuelta. Un mensaje inesperado y la sensación de que la distancia entre Castellón y León era minúscula fueron suficientes para emprender el camino.

Mucha ilusión, un montón de conversaciones pendientes para ponernos al día, emoción por un (solo) segundo encuentro y el bolsillo interior dispuesto a llenarse. Era un buen plan y los pronósticos se cumplieron: después de un largo abrazo y una sonrisa amplia y sincera, compartimos mesa, buena charla y compañía como si lo hubiéramos hecho mil veces.

Porque de eso se trata, de llenar la vida de momentos que te recarguen, que te hagan sentir especial, querida y escuchada. Momentos que no pasan con el tiempo, sino que hacen una pequeña muesca en el alma para esos días grises en los que todo parece derrumbarse.

Insisto, fue un viaje de vida (y cariñet), porque es lo que me llevo, y de vuelta, porque estoy deseando volver a veros. Mejor frente a un «capocho», ¿no?

¡Gracias por este viaje! Mi mochila ya está más completa con vosotros.

La felicidad que queda

Fue feliz hasta los 40.

Su infancia transcurrió entre la arena de la playa y el reflejo del agua en el río. Sonrió por dentro y por fuera, abrió los brazos para conservar en ellos lo más importante de cada uno de sus días.

Y luchó, luchó para volver a levantarse cuando las fuerzas le fallaron, siempre acompañada y sostenida por las manos que la vieron crecer.

Y a lo lejos, un horizonte por el que avanzar con paso firme y un corazón alerta ante la posible llegada de un nuevo amigo que se uniera a su vida en su particular camino de baldosas amarillas.

Fue feliz, ¡muy feliz!, aquel día de octubre en el que cumplió uno de sus sueños y para el que dio, como siempre y para todo, la mejor versión de sí misma.

Fue feliz y nos hizo felices.

… Hasta los 40 …

Pero en algo se equivocó, porque esa no es la felicidad que queda en ella.

Aunque tú no lo sepas hoy, te queda tanto por vivir, tanto por sonreír y sentir, tantas ilusiones por cumplir al final del túnel.

Queda tanto por decir, por hacer, por esperar. Tantos suspiros de los que ensanchan el alma, tantas lágrimas de rímel y flores que regalar.

Te queda mucha mucha felicidad en los bolsillos de tu mochila, entre las páginas de los libros, en los vestidos de tus muñecas.

Te quedan muchos momentos inolvidables ante la chimenea, junto al mar en una puesta de sol, en el río con los pies descalzos.

Te queda mucho que abrazar, mucho que viajar, mucho que disfrutar de camino a casa y de vuelta al cole.

Todavía aún más es LA FELICIDAD QUE TE QUEDA.

Por eso, no te rindas.

Por favor, no cedas

Porque cada día es un nuevo comienzo.

Porque no estás sola.

Porque te queremos.

LEMNISCATA

Hay palabras, como hay personas, que tienen el poder de cambiar el mundo y de mejorar el tuyo.

Pueden hacerte reír, llorar de emoción, calmarte, animarte, recomponer tus pedazos cuando ni siquiera tú sabías que estabas rota.

Como las palabras, hay personas que no quieres dejar de escuchar, de tener cerca, porque tu vida, con ellas, siempre merece un poco más la pena.

Son palabras y personas que llevan el golpe de corazón donde menos te lo esperas, como la palabra «amiga», que lleva tilde en la «i».

Si no me crees, prueba a pronunciarla:

Noemí